Su bolso pesaba mas que lo normal, por eso su paso lento. La calle parecía mas angosta que de costumbre y los árboles menos tristes. Los pocos autos que pasaban parecían tramar algo, y si, esa noche dejaría de ser él.
Nada seria igual y el clima lo presagiaba de una formidable manera. La humedad no colaboraba con el largo camino a recorrer y lo dejaba a cada paso con menos aire, su remera se achicaba, se encogía, lo apretaba cada vez más, metro a metro. Sus zapatos pesaban el doble debido a la transpiración acumulada, y si se prestaba atención se podía escuchar casi con claridad que sus pasos, en el medio de la noche de húmeda primavera, hacían los mismos ruidos que piedras gigantes tiradas desde el cielo a un inmenso río.
Pero él se mantenía firme y le impedía a su mente pensar en cualquier otra cosa que no sea cumplir con su deber, porque esa noche no le pertenecía a él. La distracción no estaba permitida y no se podía dar el lujo de equivocarse.
Por momentos su visión no era perfecta, la falta de luz en la ciudad y la noche de luna nueva tampoco ayudaban mucho. Ya había recorrido dos kilómetros. Cada vez que los parpados se le cerraban, pensaba que no los iba a poder abrir de nuevo, en esta instancia ya se asemejaban a dos persianas antiguas y oxidadas, las cuales necesitaban mas que una mano de aceite para funcionar. Él necesitaba más que una mano de suerte.
Doblando en las esquinas como un sujeto perdido trataba de esquivar en las sombras a su peor enemigo. El miedo. Pocas personas se veían caminando en esa maldita noche, pareciera que todos anticipaban que iba a pasar, y nadie quería estar ligado a eso.
Solamente pudo divisar a dos borrachos en lo que iba de su camino, uno ya estaba desmallado por la cantidad de alcohol que había ingerido, y tanto moscas como cucarachas ya estaban dispuestas a descomponerlo. Aun estando vivo. El deseo de embriagarse para escapar de una absurda e inútil existencia, al parecer daba a estos energúmenos marginados de la sociedad por lo menos, algo con que subsistir. Y al final del camino daba a las moscas, cucarachas y perros callejeros algo con que alimentarse. El otro borracho estaba sentado en las escalinatas de una iglesia jadeando de cómo un animal mientras se masturbaba, pensando en alguna actriz o vedette que había visto desde afuera de algún negocio de ventas de electrodomésticos.Entre tanta inmundicia y soledad estaba la noche. Entre tanta noche estaba la oscuridad, y entre tanta oscuridad estaba él. Aunque pronto dejaría de ser él. Ya que esa noche no le pertenecía.
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2 comentarios:
Hola Hernán muchas gracias por tu visita y tu comentario. Ha sido una fortuna que hayas pasado a mi blog, porque pude llegar a tu espacio y me gustó mucho leerlo.Tienes muchas frases muy buenas, muy bien armadas, debí apuntarlas porque en realidad me parecen increíbles.
Me sentí plenamente identificada con tu texto sobre el insomnio y, este último tiene unas imágenes que me transportaron al lugar, a los ruidos y a los personajes.
Gracias...mis ojos estarán al pendiente de tus palabras
Sigo buscando autores con estilos similares al que has desarrollado en este texto...
Mmm... tal vez a lo de John Kennedy Toole...
Posible...
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